Las ideas contrarias, clarifican las propias.
(A. Carrion.- El Comercio. Quito).-
Este articulo no deja de ser más que el pensamiento, en voz alta, de un español, de los que se sienten orgullosos de serlo, que trata por todos los medios, a su alcance, de ayudar para mejorar el destino de España y por ende el de su pueblo, en un futuro no muy lejano.
Quien crea que estas reflexiones nacen por pura egolatría yerra en su apreciación pues, las mismas, dimanan, sencillamente, de una fe, absoluta, en unas ideas y una creencia, sin fisuras, de su posible realización dentro del pluralismo político, para que España vuelva a ser referente mundial de algunos de los barremos, importantes, que miden el avance de los pueblos.
Y creo en ello, como creo en la llamada a la acción que realizó Ronald Reagan cuan dijo: Yo no creo en un destino que tengamos que sobrellevar sin remedio. Lo que creo, es en un destino que tendremos que llevar, irremediablemente, sino no hacemos nada. Por tanto lo primordial es la acción, ahora bien la política no es algo que se pueda tomar a broma. Tener ocurrencias es lo contrario a tener ideas.
Por ello debemos ser conscientes de que la acción política está dirigida a los demás y es un instrumento del que dependen las condiciones de vida de nuestros semejantes. Pero esta forma de actuar solo es posible si la política surge de manera vocacional. No hay forma de servir al bien público sino llegamos a comprender que la política debe trascender a nuestra propia vida. Decía José María Aznar antes de pensar en hacer política es imprescindible conseguir una forma de vida independiente.
Por todo ello, creo que no es bueno profesionalizar la vida política pero, sin embargo, se cae en el error, y se hace, desde los niveles más bajos. Este planteamiento, erróneo en su principio, lleva al ser humano a priorizar necesidades particulares, antes que a prestar un servicio a los demás. La política tiene que tener como objetivo, entre otros, la mejora de las instituciones para provecho de todos. Sin embargo algunos dirigentes, políticos y sindicales, en vez de ponerse manos a la obra, se imaginan un país idílico para seguir viviendo de él. El pensamiento que la izquierda llama progresista llevado de su afán utópico está convirtiendo en una catapulta inamovible, los derechos alcanzados, sin pensar que, nuestra meta, en estos momentos debe ser salvar la nave, que se dejó a la deriva, cueste lo que cueste para que una vez encauzado el rumbo ir recuperando el bagaje perdido, que son precisamente parte de nuestros derechos.
La representatividad de las organizaciones obreras, es decir, los Sindicatos, se desploma y desacredita, día a día, por hacer unos planteamientos torticeros y estar como marionetas bajo el mecenazgo de los políticos que los han amamantado de forma descarada.
No pueden atribuirse una representatividad que no les corresponde, por el bajo porcentaje de afiliados y debían, para tener la independencia que les daría crédito, autofinanciarse con sus propias cuotas, como así también renovarse periódicamente, las cúpulas, para evitar esa, casi eterna, casta parasitaria, que todos conocemos, que no hace ni el más mínimo esfuerzo para ayudar al parado.
Casta parasitaria que en público critica las medidas tomadas por los gobernantes y en privado, a nivel sindical, las aplica de forma férrea y despiadada con sus propios compañeros, a los que tanto llaman a manifestarse, Y debían también renovar sus charlatanescas arengas y arcaicos discursos que, sin ánimo de ofensa, nos trasladan a un mundo inexistente, al que solo ellos dan crédito.
Su modo de actuar se asemeja a una leyenda que hace bastantes años me contó un profesor, para explicarme que es lo contrario a la preocupación, me dijo: Los coreanos cuando vuelan una cometa, anotan sus calamidades en cintas de papel, que cuelgan en la cola. Cuando, la cometa, se eleva le cortan el hilo . Y axial las penas se las lleva el viento. Seamos sensatos y no elevemos cometas. Trabajemos por España, que es nuestra y no del viento (como alguien dijo).
Ernesto Pardo


