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Opinió Villena

«A vueltas con la Inteligencia Artificial y otros entretenimientos», de Gonzalo Trespaderne Arnaiz

VUELTAS CON LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y OTROS ENTRETENIMIENTOS.

Hace un rato he pedido al Chat GPT que me prepare una redacción de 800 palabras (las que se solicitan en la prueba de Historia de la Filosofía en las PAU) sobre uno de los temas a abordar con mi alumnado de 2º de bachillerato esta semana. El resultado ha sido nuevamente asombroso: reconozco que mejor que lo extraible de los apuntes que reelaboro y facilito cada curso. Lo usaremos como complemento. Aunque, para sorprendente, lo que hace unos días vi que lograba un compañero con la misma herramienta.

Él, otra compañera y yo tomamos notas a lo largo de una reunión mantenida sobre un determinado asunto.

Al final, debíamos realizar un acta. Lo que el susodicho hizo entonces, “para ahorrarnos tiempo”, fue fotografiar las anotaciones manuscritas de los tres y, en unos segundos, las teníamos pasadas a limpio en un documento conjunto, ordenadas y con el formato adecuado. Entonces pregunté si aparecían nombres u otras señas identificativas. Comprobamos que no, y comentamos las consecuencias que puede tener entregar a un chatbot como el mencionado, datos de carácter personal.

Posteriormente, me he planteado recurrir al chat GPT a fin de crear un video de 4-5 minutos que actualice la alegoría de la caverna de Platón. Con la extensión llamada Sora, proporcionando un texto a modo de guion, es posible tenerlo acabado rápidamente. Pero poder utilizarla (junto con otras funciones avanzadas) cuesta 23€ al mes. (Por 229 la compañía ofrece “Acceso total a lo mejor de Chat-GPT”). En un buen tutorial encontrado en Internet, se informa de que hay otras IA que pueden lograr resultados similares. He decido que, por lo pronto, me quedo con el maravilloso trabajo que realizaron unos alumnos hace algunos años, visible en: https://www.youtube.com/watch?v=gc_ekYANduU&t=2s

A continuación, me he detenido a pensar otra vez en lo que cabe conseguir con estos nuevos generadores videográficos, tanto si las intenciones son buenas como si son malas. La cuestión se presta a reflexión indefinida…

Por lo pronto, lo que he hecho ha sido volver a las declaraciones que hacía este sábado en una entrevista para El País Rafael Argullol, profesor al que admiro desde mis tiempos de estudiante, cuando tuve ocasión de asistir a alguna clase magistral suya o leer su obra La atracción del abismo:

“Yo, que he estado dando clase muchos años en humanidades, he podido ver la caída estrepitosa de la curiosidad cultural. Primero cedimos la memoria, después cedimos la concentración y al final cedimos la curiosidad y el deseo. Y este es un proceso paulatino que empezó, de manera notoria, con el smartphone. Internet y el teléfono móvil eran dos instrumentos estupendos, pero cuando se cruzaron fue cuando empezó lo que podríamos llamar apropiación por parte de la máquina de los atributos humanos.

El día del apagón te dabas cuenta de que la gente no podía pagar, ni sumar, ni restar, ni multiplicar… porque no sabía. No hemos hecho la encuesta que habría que hacer —y en la que tendríamos unos resultados tremendos— sobre el analfabetismo de los españoles.

Estoy seguro de que más del 50% de los españoles son analfabetos. O sea, después de haber sido alfabetizada, la pérdida de entrenamiento hace que la gente no es que no lea, es que no está en condiciones de leer. Y con la memoria hemos hecho lo mismo. Me he encontrado con estudiantes —buenos— que tienen dificultades para leer una novela de 120 páginas porque no recuerdan el apellido del protagonista”. [https://elpais.com/eps/2025-10-25/rafael-argullol-primero-cedimos-la-memoria-luego-la-concentracion-y-al-final-la-curiosidad-y-el-deseo.html]

Finalmente, me he preguntado si lo que oí ayer o anteayer en las conferencias enmarcadas dentro del congreso celebrado en Villena para conmemorar el V centenario de la concesión del titulo de ciudad por parte de Carlos V, podría habérmelo proporcionado la IA, sin salir de casa.

Dudo que ocurriera en buena medida, puesto que las intervenciones debían basarse en investigaciones aún no publicadas.

En cualquier caso, el hecho de poder estrechar la mano a algunas personas congregadas en la Casa de la cultura, charlar con ellas en las pausas o asistir a un concierto en el Teatro Chapí de los que completaban el simposio, es algo que no te da el ordenador o el móvil. Como tampoco te da el placer de pararte a escribir estas letras de tu cosecha una otoñal mañana de domingo.

Gonzalo Trespaderne Arnaiz


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