Fernando Ríos Soler
A pesar del acercamiento económico, militar y alimenticio a Estados Unidos de América, el régimen franquista estaba casi en bancarrota a finales de la década de los 50. Sus ministros así se lo plantearon al dictador. La solución pasó a conformarse en la Ley de Ordenación Económica, también conocida como Plan de Estabilización Nacional, de 1959, al que Franco dio el visto bueno aconsejado -él no era muy ducho en cuestiones económicas- por su mano derecha, Luis Carrero Blanco.
Fue la puntilla para uno de los apoyos sociales del dictador, la familia falangista, todavía apegada a la autarquía y cuyos ministros comenzaron a ser sustituidos por los tecnócratas -vinculados al Opus Dei- defensores del citado Plan de Estabilización. España debía abrirse al mundo en materia económica; por tal razón, se devaluó la peseta y así el país se abarató notoriamente a la espera de las inversiones financieras e industriales internacionales que, por cierto, no llegaron de inmediato, por lo que los primeros años de la puesta en práctica del citado Plan fueron duros. Hacia 1964, los datos oficiales hablaban de 1.500 millones de dólares de reservas del Estado, superávit que permitió la aprobación de diversos Planes de Desarrollo de cinco años de duración para transformar el Sector Primario -obras hidráulicas, concentraciones parcelarias, introducción del regadío y progresiva mecanización- y el Sector Secundario -aumento de la producción de los sectores tradicionales de la minería y textil, junto con inversiones en sectores punteros como la industria automovilística y el derivado del petróleo-. El Sector Terciario recibió también un enorme impulso porque la apertura internacional también fue social, siendo el turismo de sol y playa la principal baza: se renovaron y ampliaron los puertos y aeropuertos, así como las carreteras interiores para un rápido traslado de miles de personas, sobre todo europeas, que querían disponer de sus vacaciones en países de bajo coste. El boom inmobiliario era el colofón al despegue económico costero, siendo Benidorm su principal referencia. Spain is different era el lema que proclamaba con total orgullo el régimen franquista y que ya había nombrado a un embajador para iniciar conversaciones para un posible ingreso en la Comunidad Económica Europea -hoy Unión Europea-.
La otra cara de la moneda fue que este proceso -frenado a mediados de la década de los años 70- siguió concentrándose en las áreas tradicionalmente industriales -Vascongadas, Cataluña y Madrid- a pesar de los intentos por diversificar geográficamente la industria del país, y en las zonas turísticas. En 1969, 31 de las 50 provincias españolas estaban por debajo de la renta media nacional. La congelación de los salarios -una de las claves del desarrollismo español- propició el pluriempleo, la drástica reducción del consumo interior y el aumento del paro, por lo que la solución pasaba por el éxodo rural masivo hacia las zonas económicas más activas con la aparición del fenómeno chabolista en los extrarradios de las ciudades o la emigración hacia países europeos como Francia, Suiza o Alemania para trabajar en aquellos empleos que ya desdeñaba la población autóctona por su baja cualificación profesional, social y salarial.


