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Opinió Villena

“Cuánto se te va a echar de menos, querido maestro”, por Gonzalo Trespaderne

CUÁNTO SE TE VA A ECHAR DE MENOS, QUERIDO MAESTRO.

Conocí a Pedro hace relativamente nada, gracias a mi suegra, amiga suya desde que eran niños. Con anterioridad, cuando le veía en algún acto o asistía a alguna exposición de sus obras, pensaba: “es genial; espero poder hacerle pronto un encargo y tener una conversación con él”. Isabel me animaba: “cuando quieras, es cercano y afable, de verdad…” La ocasión llegó al terminar de escribir mi novela “Murió el hombre, pero no su nombre”. Le llamé por teléfono con la doble pregunta de si podía confeccionar la portada y ayudar a mi hija con una pequeña investigación… Respondió que sí rápidamente, y estuvimos charlando casi una hora de todo un poco. Después, propuso que nos viéramos para seguir hablando. ¿Dónde? “Pues en la Bodega del Caracol; o en mi casa, que así estamos tranquilos…” Pasamos dos tardes con él y con Leo entre cuadros, bocetos y caballetes, tomando notas para el trabajo  “Sueños con Marco” que mi hija iba a presentar a los Premios de la Fundación José María Soler. También escuchó atentamente las explicaciones en torno al protagonista de mi obra, don Juan Manuel (que luego completaría documentándose por su cuenta). Fueron ratos muy entrañables, con instantes mágicos (como cuando se ponía a garabatear alguna inspiración), sentados alrededor de una mesa camilla en los que los dos compartieron conmigo, mi mujer y la nena multitud de recuerdos atesorados sobre la infancia, los amigos, la juventud, los viajes, la familia, así como varias curiosidades y enseñanzas acerca de diversas labores realizadas a lo largo de su trayectoria. ¡Qué vida tan cultivada, rica en frutos, y disfrutada con intensidad!

Unas semanas más tarde, tuvo la composición concluida, y me faltó tiempo para colgarla en la pared del salón, sintiéndome tan privilegiado como si se tratará de un Picasso o un Dalí…

En verano volvimos a juntarnos para celebrar las cosas bellas que no dejan de acontecer. En un aparte, jugamos a hacer ondas musicales en el agua de la piscina, como chiquillos. Eso es lo que más me maravillaba de este gran hombre: su capacidad para ser auténtico, original, y fluir espontáneamente. También comentó que tenía muchas ganas de acometer nuevos proyectos que le habían ido surgiendo…

Y estaba previsto que nos reuniéramos para brindar otra vez por los sencillos placeres que nos depara la existencia al inicio de este año, pero la fatalidad se interpuso en el camino. Yo la maldigo. Pero más que por haberme privado de quien ya consideraba un alma amiga, por haberse llevado a una persona fascinante, generosa, que habría compartido con sus semejantes, cada vez con mayor sabiduría acumulada, un enorme talento para las artes plásticas; mejor aún, junto con Leo, una humanidad y unas ganas de vivir en plenitud fuera de lo normal. Siempre he dicho que estos seres tan excepcionales tendrían que permanecer en este mundo eternamente, porque si se van dejan un vacío tremendo, irrellenable. Hoy digo que espero reencontrarme con Pedro Marco a menudo en mis paseos por Villena y sus alrededores, o más allá… para continuar gozando de su compañía, viéndole dibujar con minuciosidad y preciosismo cualquier detalle que parecía insignificante hasta que su mirada pura y trazo virtuoso le han conferido un encanto especial.


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