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Villena

23-10-04 Inauguración de Humana a las 11am y entrevista a Alexandrina da Fonseca

23-10-04 Inauguración de Humana a las 11am y entrevista a Alexandrina da Fonseca

Inauguración de Humana: Feria de Solidaridad, Cooperación y Salud… : 50 asociaciones, comercio justo, artesanía y una programación cultural completita.

Villena, 21 de octubre de 2004

Entrevista de la Semana Intercultural.

Alexandrina da Fonseca: “por miedo a perdernos, tienen cierto rechazo a que las mujeres estudiemos y nos demos cuenta de que podemos elegir

“Mujer gitana, mujer paya, abriendo caminos”. El jueves 21 de octubre se celebró en la Cafetería Arco Iris de Villena una conferencia con ese título y tema. Alexandrina da Fonseca, la conferenciante, madre de familia numerosa, y hermana de familia más numerosa aún -catorce bien avenidos-, nos informó, -eso sí, con desparpajo y una pizca de descaro-, desde su experiencia como mediadora, de los beneficios que supondría una educación reglamentaria en los jóvenes gitanos y del importante papel que en ello juega la mujer gitana. Asistieron mujeres gitanas y payas –y algún que otro hombre sin prejuicios-. Y hay que decir que más que una charla, compartimos un coloquio no exento del bullicio, desenfado y frescura que caracteriza a la raza, y que como pudimos comprobar, con gran placer, se contagia.

Se hizo mucho hincapié en las semejanzas que existen en la lucha de todas las mujeres por su independencia, sin que esta circunstancia significase perder las raíces que marcan la belleza de la diferencia, “Yo no voy a dejar de ser nada de lo que soy, sencillamente por que lo soy”.

Quizá, uno de los significados más profundos de la palabra intercultural, que caracteriza esta semana, sea diferencia -respeto por-. En este sentido nos contaba que: “Las peculiaridades de nuestra cultura no son tantas”, en contrapeso con la lucha semejante de lo cotidiano, lo vital, “Yo me siento más igual a cualquier mujer que se levanta cada mañana a trabajar, se ocupa de la compra, de sacar a sus hijos adelante, de organizar su hogar”. Se habló, conferenciante y asistentes al acto al unísono, de forma atropellada y apasionada, del interés que el hombre gitano tiene en mantener a sus mujeres al margen de la formación y de una socialización más amplia, “Nos han vendido una moto diciéndonos que nosotras somos especiales…, pero eso es para su comodidad. Y por miedo a perdernos, tienen cierto rechazo a que las mujeres estudiemos y nos demos cuenta de que podemos elegir”; “Quizá nosotras estamos más protegidas; ahora, malos tratos hay, pero la cosa no pasa de unos guantazos…,no nos matan”, lo cual no tiene mérito, pues la causa del freno de la mortalidad es el miedo a las represalias de los miembros varones de la familia de la mujer.

Sin ningún bagaje de impotencia, estas mujeres reconocieron ser carne de Romancero Gitano. Es cierto que lo realmente extraordinario sería conseguir esta actitud en la gran mayoría del colectivo, algo que nos niegan las estadísticas, pero no por ello fue menos reconfortante, escuchar como se limaban diferencias, razonablemente, acerca de la falta de respeto en la convivencia diaria, tanto en centros educativos como en otros espacios comunes; como se debatía reconociendo las propias deficiencias y denunciando las intolerancias ajenas. Es así como una gitana reconoce que el comportamiento apático de su hijo ante las enseñanzas de un maestro en una escuela pública, comienza en la idéntica actitud en sí misma, ella es el espejo de su hijo. Es así como una paya reflexiona acerca de la consideración y la justicia que la cultura oficial niega a tantos siglos de andadura gitana, ignorándola, por ejemplo, en algo tan básico como un libro de texto, y reconsidera su juicio acerca del afán desesperado que el seno familiar gitano abriga en proteger su cultura.

Si tuviese que resumir esta animada charla en una idea, no dudaría en utilizar las palabras de la propia invitada, “Mantener lo positivo y propio de nuestras tradiciones y apartar lo que no te deja avanzar… al fin y al cabo esta vida es un ganar y perder”.

Tras la tertulia Alexandrina tuvo la amabilidad de contestarnos unas preguntas:

¿A qué se dedica usted?

Soy mediadora social, soy educadora. En este momento estoy trabajando en un programa de Diputación, y por las tardes en un programa de la fundación secretariado con mujeres. La verdad es que estoy muy ocupada, pero tengo la suerte de que desde hace bastantes años el trabajo que realizo va dedicado a población gitana. Yo trabajo con menores y mujeres, y es lo que más me gusta.

¿Dónde cree usted que están las claves para conseguir la plena integración de la mujer gitana en la sociedad?

Socializarse es para mí que el personal no se quede, como pasa en el “poblao” de Villena, encerrado, como en un gueto, donde los niños no tienen más perspectivas que las que están viendo allí, es decir, el colegio está allí mismo, si van al colegio van con el niño de al lado, van con el primo de enfrente, y no tienen la posibilidad de poder relacionarse con otros niños que no sean gitanos y recibir influencias del exterior, influencias positivas. Negativas siempre vamos a recibir, pero yo prefiero pensar en todas las influencias positivas que recibe cualquier ser humano cuando se está formando.

Socializarse también implica el poder estar de igual a igual. Para que uno pueda estar de igual a igual tiene que tener las herramientas y la única forma de tener esas herramientas es a través de la formación. Para mí esa es una forma de integración. Hasta hace pocos años la mayor parte de los trabajos que realizábamos los gitanos eran a nivel de familia, en el mercado, donde va el padre, la madre, los hermanos, el marido. Entonces digamos también que socializarse es poder conseguir trabajar fuera del núcleo familiar. Lo importante es que uno pueda elegir, es decir, la libre elección. Yo puedo elegir no vivir en un entorno gitano, y no vivo en un entorno gitano. Yo puedo elegir olvidarme o querer ser lo que soy y sentirme bien con migo misma. Pienso que eso es lo más digno, que te den la posibilidad de poder elegir, y de poder sentirte bien contigo mismo. Yo sé que soy gitana, me gusta ser lo que soy, y me siento orgullosa de ello, de la misma manera, probablemente, que si fuera de Pamplona me sentiría orgullosa de ser pamplonica.

¿Pero crees que la mujer gitana, en general, tiene un acceso fácil a decidir salir de ese círculo como lo has hecho tú?

No es fácil. Es difícil, tienes que luchar mucho. Pero es que las mujeres que no son gitanas también han tenido que luchar mucho. Para mí no ha sido fácil, en absoluto, ni lo ha sido con mi familia de origen, ni lo ha sido con mi pareja, ni incluso con mis hijos. Es que no es sencillo, pero bueno, yo he intentado hacer las cosas lo mejor que he podido y lo he hecho con mucho esfuerzo. Con mucho esfuerzo porque ha sido la pelea en casa, y he tenido que ocuparme de mis propios hijos sumamente joven, he tenido que cuidar de mi hogar, he tenido que trabajar para poder sacarlos adelante, y todo eso a ratitos, yo he hecho mis cosas, “mientras los niños dormían”. Entonces creo que si yo lo he podido hacer, ¿por qué no lo pueden hacer lo demás? Hay cosas que he podido hacer porque yo he sido madre muy pronto, y entonces me he encontrado con un adolescente, él con 15 y yo con 30 años, y me he puesto a estudiar cuando los niños se acostaban con los cuatro apuntes que me traía mi hijo, así me he sacado el carnet de conducir, he ido al cine con mi él… Son las estrategias que hemos utilizado, todas en general, porque no nos ha quedado otro remedio. Utilicémoslas bien, en nuestro beneficio para poder adquirir conocimientos y poder dar a nuestros hijos un bienestar. Un bienestar que hay que obtener a través de la formación, porque no hay otra manera.

Pues eso, yo tengo las mismas dificultades que tú como mujer.

¿Cuál sería una situación ideal de integración entre payos y gitanos, entre personas?

Yo pienso que el problema es la falta de comunicación. Yo por ejemplo, tengo dos buenas amigas gitanas, pero tengo muchas amigas payas. ¿Cual es el secreto? Ninguno, simplemente que nos respetamos y a demás de respetarnos, estamos de igual a igual. En un momento dado una amiga me puede decir: “¡cómo sois los gitanos!” y otro día de digo yo puedo comentarle: “hay que ver como sois los payos, ¡que insípida por dios!”, pero de la forma más cariñosa y más respetuosa del mundo. Yo creo que todo se basa en el respeto, en la falta de prejuicios, en huir de los estereotipos.


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