Año áureo, así fue como el ilustre arqueólogo José María Soler calificó 1963, año en que aparecieron dos conjuntos excepcionales que marcarían el devenir de la investigación y de la ciudad de Villena. El primero de ellos fue el Tesorillo del Cabezo Redondo y luego el más espectacular y voluminoso Tesoro de Villena.
El Tesoro está formado en su mayoría por piezas de oro: 11 cuencos, fabricados con chapa de oro batido; 28 brazaletes que constituyen el conjunto más numeroso con piezas lisas, molduradas y caladas; tres botellas, y varias piezas diversas. También lo forman cinco botellas, dos de oro y tres de plata, fabricadas en una sola pieza; dos piezas mixtas – un botón de ámbar y oro y un remate de hierro y oro- y, por último, un brazalete de hierro.
En total casi 10 kilos de oro de gran pureza, y más de 600 gramos de plata.
El significado
La inexistencia de restos arqueológicos en las inmediaciones del lugar del hallazgo conlleva una serie de dificultades a la hora de valorar su significado y atribuirle una cronología. Según su descubridor, estamos ante una ocultación realizada por un jerarca o rey, o por un grupo de individuos en un momento de peligro.
Los cuencos y las botellas podrían interpretarse como una vajilla de tipo religioso o de lujo de uso doméstico. Los brazaletes son objetos de adorno personal que conservan señales de uso. La existencia de un cetro quizás haga relación a la pertenencia del tesoro a un solo individuo o familia de alto prestigio. También puede tratarse en su conjunto de una dote femenina, o, de una acumulación de oro de un orfebre, etc.
En cuanto a la cronología, algunos investigadores, entre ellos J. M. Soler, aceptan como fecha de la ocultación el año 1.000 a C. Para defender esta hipótesis se basa en varias cuestiones como la tipología de la vasija utilizada para la ocultación, ya que el análisis de la pasta y la forma se corresponden con la cerámica local de los momentos finales de la Edad del Bronce. Por otro lado, la presencia de dos piezas de hierro junto a otras de oro y plata, es fiel reflejo del valor precioso del hierro antes de su uso generalizado para la fabricación de armas y utensilios durante la Edad del Hierro. La introducción de este metal en la Península se relaciona con contactos mediterráneos que se inician alrededor del año 1.000 a C.
Otro indicador cronológico según J. M. Soler se halla en la correlación existente entre el Tesoro de Villena y el Tesorillo del Cabezo Redondo. Éste está fechado en el momento de abandono del poblado en torno al año 1000 a.C. Los paralelos entre las joyas del Tesorillo – anillos moldurados y un fragmento de lámina con púas – y algunos de los brazaletes del Tesoro, le induce a pensar que se trata de dos depósitos efectuados al final de la Edad del Bronce.