Esta se lleva a cabo cada año en la puerta del castillo de la Atalaya. Según cuentan, allá por el año 1488 Villena recibió la visita de los Reyes Católicos.
Entre los privilegios otorgados a la entonces villa “está el de no pagar aduana en el mercado franco de los jueves, siempre que los productos con los que comerciar se destinen a consumo interno de los villenenses”.
Pero a oídos de los monarcas ha llegado la noticia de que mercaderes aragoneses y castellanos comercian en Villena todas las semanas sin pagar esas aduanas, enviándose los productos a poblaciones de ambos reinos distintas a Villena.
Los monarcas han dejado almojarifes, recaudadores de impuestos, en la villa para que hagan cumplir a los comerciantes con su obligación de pagar aduanas, encendiendo los ánimos del pueblo villenense, principal beneficiario del trasiego de mercaderes por la villa.
Es jueves, y hay mercado. Los almojarifes vigilan el cumplimiento de la ley. Al llegar a los numerosos puestos de verduras y hortalizas, obligan a los mercaderes al pago del impuesto, a lo que una de ellos, enfadada e impotente, se defiende con lo primero que tiene en mano: una gran lechuga fresca…”