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Villena

La escuadra Caballeros Templarios surge a partir de la inquietud de unos jóvenes componentes de la comparsa de Ballesteros

En el año 1982, en un momento o época en el que las escuadras especiales empezaban a revolucionar las Fiestas de Moros y Cristianos de Villena en cuanto a vistosidad y marcialidad.

 

 

A pesar de que nuestro comienzo fue modesto, pues el primer traje fue alquilado, al siguiente año tras un gran esfuerzo económico, hicimos realidad nuestra ilusión que era desfilar por las calles de Villena con un traje propio, y digo propio porque además de costearlo todo, con lo que eso supone para una escuadra que no teníamos nada, gran parte de él, empezando por el diseño, fue elaborado por nosotros mismos con la inestimable ayuda de algunas de nuestras mujeres.

A este primer traje le siguieron otros con diseños realizados por la propia escuadra diferenciándose claramente unos de otros, pero eso sí, con las mismas características: trajes sencillos y marcadamente medievales.

La implicación de la escuadra en la confección de dichos trajes, la ayuda con la venta de loterías y el beneficio económico que nos reportaron los alquileres de estos a escuadras de otros pueblos, hizo que tuviéramos un pequeño superávit el cual invertimos en realizar la compra de una pequeña casa en el casco antiguo de Villena. Hoy, totalmente reformada, es un orgullo para nosotros y un paso obligado en Las Embajadas, donde desinteresadamente ofrecemos al villenero y visitante los traguicos de cerveza, paloma y agua con gas con los que intentar aplacar la sed y el calor del momento.

En el año 2007 fue nuestro 25 Aniversario, un año de un gran disfrute en todos los aspectos, colectivo y personal. Un año en el que desfilar fue avivar los cinco sentidos…

El sentido del oído al escuchar la marcha cristiana Caballeros Templarios, compuesta desinteresadamente para nosotros por D. Leopoldo Martínez Ballester, ayudado con los arreglos musicales por D. Damián Molina, componente uno y director otro de la Sociedad Musical Ruperto Chapí.

El sentido del tacto, al tocar y sentir en la piel las telas blancas suaves y frescas del traje de Templario.

El sentido de la vista, al ver el gran boato que nos acompañó el día 6 en la Cabalgata y la aceptación y júbilo del público al vernos pasar.

El sentido del olfato, con el singular olor a pólvora y el tradicional y agradable aroma de la alhábega.

Y por último, el sentido del gusto, que aparte de lo gastronómico, nos queda el gustazo que nos dimos desfilando con un auténtico traje de Templario al son de una gran marcha cristiana como lo es CABALLEROS TEMPLARIOS.


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