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Opinió Villena

“La odisea de viajar en estos tiempos a determinados lugres”, por Gonzalo Trespaderne

Va a hacer tres años que compré los billetes de avión para ir a Nueva York con mi mujer, hijos y suegros al objeto de celebrar mi 50 y sus setenta cumpleaños con salud. También reservé habitaciones en un hotel. Pero aconteció la pandemia, e Iberia ofreció la posibilidad de obtener el reembolso de lo pagado o unos bonos canjeables por otros pasajes más adelante. Opté por lo segundo e, ingenuo de mí, intenté que la expedición se efectuara en agosto; luego, en Semana Santa del 2021; posteriormente, en verano de ese año. Finalmente, hasta el pasado mes de noviembre no se levantaron las restricciones que impedían cruzar el charco a los turistas.

Por otro lado, el New Yorker, en virtud de la letra pequeña del contrato suscrito con vistas a tener garantizadas dos habitaciones previo pago de unos 3000 euros, podría haber no devuelto ni un centavo; pero tuvo la deferencia de reintegrar el importe íntegro habida cuenta la excepcionalidad de las circunstancias. Y lo mismo hizo la compañía de seguros con la que teníamos contratada la póliza que se recomienda por si ocurre alguna contingencia de tipo sanitario en ese país. Desde entonces hasta hace un mes ha habido que dedicar horas y horas a llamar al 901 11 15 00 por problemas raros que se producían al prorrogar los “voucher”, gestionar las sucesivas provisiones de tickets electrónicos a través de la página web de la aerolínea (con frecuentes avisos de modificaciones en los horarios de los vuelos), actualizar certificados de vacunación o de recuperación, solicitar visados, cumplimentar las attestation u otros formularios preceptivos, así como buscar un alojamiento a precio razonable.

Después, ha venido lo de planificar itinerarios, reservar visitas a atracciones con pagos por adelantado (con algún que otro “error en la transferencia” o fallo en la conexión de Internet), conseguir dólares… Lo último ha sido concertar una cita con un laboratorio que nos certifique un test de antígenos durante las 24 horas anteriores al embarque. Dado que la salida prevista son 16:40, había que tomar la muestra a partir de esa hora la víspera. Hallándonos en Burgos pasando la Pascua, nos enteramos de que en ningún sitio en la ciudad, ni siquiera en los hospitales, se presta tal servicio a partir de las 13:30. Por ello, ha habido que concertar la cita en el aeropuerto de Barajas cuando quedaba hueco. De modo que, hasta poco antes del despegue, no sabremos si a pesar de todo lo que ha costado llegar hasta aquí, nos quedamos en tierra por dar positivo alguno tras estos días de reuniones con familia y amigos… aunque en unas horas se podrá estar sin mascarilla en interiores de aquí y en la ciudad de los rascacielos, al parecer, ya nadie la usa.

Cuando tenía 22 años me fui allí con diez “franklin” en el bolsillo, sin saber dónde iba a dormir al llegar a la Gran manzana ni tener nada previsto. Estiré el dinero hasta 16 días (dormir en el albergue de la YMCA solo costaba 110 por semana). Visité los grandes Museos, accedí a la corona de Mss Liberty, vi a los Grateful dead en el Madison sin comprar pase con antelación, entré hasta el parquet de la Bolsa con un guardia mejicano al que caí bien, subí a una de las torres gemelas, canté con negros en Washinton square, compartí cervezas con irlandeses o con quien fuera en garitos de Downtown, cogí el metro que no era alguna noche, me invitaron a fiestas en apartamentos o azoteas y un puertoriqueño me llevó en su coche hasta el Bronx. Entonces todo era más sencillo.

Ahora, esto de viajar al extranjero, sobre todo a algunos países como EEUU (u otros en los que estuve sin ningún problema como China o Rusia), se ha vuelto bastante complicado. ¿Y por qué se hace? Pues creo que la principal razón es porque hay ganas de salir, festejar, ver cumplidos nuestros sueños, rememorar y volver a realizar las cosas de antes de la era COVID. Después, Porque sangre de Ulises corre por nuestras venas, y aunque sean muchos y grandes los inconvenientes y peligros que amenazan nuestra suerte, mayor aún seguirá siendo el afán de lanzarnos a la aventura de redescubrir o contemplar nuevos horizontes.


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